A medida que avanza el conocimiento sobre el virus SARS-CoV-2 y su control, se hace evidente que México acusa una considerable debilidad en materia de capacidad de testeo y diagnóstico de enfermedades; por esa razón, la COVID-19 sacó a relucir el crónico déficit que tiene el país en cuanto a los niveles de eficiencia asociados a los servicios que brinda el sector salud, alerta el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Las reflexiones del BID se desprenden de su investigación denominada All post COVID-19, retos y oportunidades. En este análisis, se señala que México debería tener 3.4 médicos por cada 1,000 habitantes; sin embargo, añade, solamente existen 1.6 galenos por ese mismo número de individuos, que además, están mal distribuidos a lo largo del país.
El diagnóstico distribuido por el organismo precisa que la recuperación de la actividad productiva privada y la inversión en México dependerán innegablemente de la capacidad de brindar trazabilidad sobre la trayectoria de los contagios de COVID-19. En tal sentido, apunta que para lograr medidas focalizadas de distanciamiento, y reducir los enormes costos sociales y económicos de una cuarentena total, es imperativo examinar de forma masiva a grupos específicos de personas (trabajadores de la salud, o enclaves a nivel de planta o localidad para reapertura industrial o turística), y luego, progresivamente, a la mayor cantidad de personas, comenzando en específico por las zonas geográficas del país con mayor prevalencia del virus SARS-CoV-2
El BID es enfático y puntualiza que la pandemia que desató la expansión de la COVID-19 puede ser un punto de inflexión para la prestación de salud en México, coyuntura que podría traducirse en el aumento del bienestar y el fortalecimiento del capital humano del país. Al respecto, pronostica que tanto la ciudadanía, como el gobierno y el sector privado seguramente participarán en el perfeccionamiento del sistema de salud, por medio de una mayor cobertura, mejores servicios en los centros de asistencia, uso más extendido de tecnología y una renovada atención de la población sobre hábitos de higiene y alimentación.
La factura social será alta
En otro punto del diagnóstico, el BID alerta que la crisis producida por la pandemia tendrá un costo social muy fuerte para México. Detalla asimismo que habrá un empobrecimiento grave de las clases medias, especialmente de los segmentos más vulnerables.
“Las estimaciones realizadas en ejercicios de simulación (sin aumento de las transferencias ni otras políticas que podrían amortiguar el golpe a los ingresos personales) muestran un aumento muy significativo de la pobreza: de 36 por ciento —desde 52 millones hasta 71 millones de personas—, y de 99 por ciento —desde 34 millones a 66 millones”, anota el estudio.
El BID prevé que la capacidad de recuperación de la economía determinará la velocidad con la que se normalicen en el futuro las dimensiones clave del mercado de trabajo de México; no obstante, abunda, revertir la actual situación social tomará mucho tiempo. Por añadidura, la investigación recuerda que derivado de la crisis global de 2008, la tasa de desempleo en el país tardó hasta 2016 en volver al nivel que tenía antes de dicha desaceleración en el aparato productivo.
Oportunidades para quién las quiera aprovechar
La institución afirma que toda la crisis social, económica y sanitaria que produjo la COVID-19 generará inevitablemente importantes cambios en los patrones de comportamiento del consumidor, lo que podría favorecer a determinadas industrias en detrimento de otras.
Lo anterior, finaliza el BID, podría derivar en nuevas oportunidades de negocio; por lo que, matiza, la necesidad de reconvertir industrias, innovar en la forma de trabajar, acelerar y masificar la transformación digital y desarrollar a un capital humano con más habilidades y capacidades técnicas se podrían convertir en procesos que tomen un nuevo impulso en países como México y en el resto de América Latina.
Fuente: El Asegurador.
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