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RIESGOS EMERGENTES, ¿LA OPORTUNIDAD?

En lo que va del 2020, el mundo ha pasado de sortear y superar riesgos “tradicionales” de corta duración y de fuerte muy fuerte severidad a vivir un escenario que raya en lo inimaginable. Como nunca antes en la historia de la humanidad, se presentó una situación que colapsó la salud y estabilidad económica de millones de personas y la integridad financiera de casi todas las empresas. Sobra decir que los daños ocasionados por la COVID-19 son cuantiosos.
Pero, viendo la tragedia desde otra perspectiva, las oportunidades que la naturaleza puso sobre la mesa también son claras. Los mensajes que tal coyuntura nos deja son los siguientes:
Primero: la administración integral de riesgos es el camino para edificar un México mucho más resiliente.
Segundo: el nuevo escenario de riesgos emergentes es terreno fértil para que el sector asegurador juegue un papel muy destacado en la construcción de resiliencia y en el resarcimiento de las afectaciones que en el futuro haya por riesgos de gran magnitud que al materializarse dejen en el desamparo y la incertidumbre a todo un país.
En México hay mucho por hacer para impulsar la cultura de seguros y, más aún, la administración integral de riesgos.
La actual situación de emergencia nacional valida esta afirmación toda vez que durante la tragedia fue evidente que pocos contaban con planes de continuidad de negocio o con un seguro de Vida o con uno de Gastos Médicos. Para hacer frente a la emergencia.
La mayoría, carente de la protección y respaldo económico que ofrece una cobertura, recurrió a lo que tuvo a mano
para tratar de mantenerse a flote mientras pasaba lo peor de la tormenta y las circunstancias lo permitían.
Y por eso se ha dicho en numerosas ocasiones que una metodología adecuada de administración integral de riesgos permite que las organizaciones tengan mayor resiliencia y capacidad de acción y reacción ante eventos catastróficos naturales de gran magnitud.

Hoy es el momento de fomentar la conciencia de que lo que están padeciendo los países respecto del embate de
la pandemia por COVID es apenas “la punta del iceberg” de todos los riesgos emergentes que están comenzando a hacerse cada vez más presentes entre nosotros como resultado de la descomposición medioambiental, humana y económica que hemos propiciado desde hace siglos.
El desafío sigue siendo cómo lograr que las empresas y la sociedad en general creen la conciencia suficiente sobre la importancia del seguro y cómo conseguir que entren en acción y tomen el control de los riesgos con los que conviven en lo cotidiano.
Una respuesta podría ser que el sector asegurador no puede ni debe seguir diseñando sus productos de la misma manera; ni debe seguir conformándose con atender al universo de asegurados de siempre o con mantener distancia
respecto a los grandes sectores de población vulnerable.
Parece urgente reconfigurar al sector asegurador para que sea de una vez por todas mucho más flexible, incluyente,
empático y dinámico y haga sentir la fuerza de sus servicios en todos los rincones de México. Sería desafortunado que todas las oportunidades y opciones tecnológicas que han surgido o que se han descubierto a raíz de la pandemia sirvan solamente para consignarlas en el anecdotario y archivarlas. Esta crisis sanitaria debe verse como
una primera llamada que la naturaleza le hace a la humanidad para anunciar lo que vendrá y lo que es capaz de desencadenar. Hemos de repetir, por la gravedad que el asunto reviste, que está en puerta un ominoso conjunto de nuevos riesgos que debe atenderse urgentemente con medidas y estrategias proactivas y de gran repercusión social y empresarial.
Los riesgos emergentes representan un reto intimidante para la sociedad y para el sector asegurador. En ese contexto, la tecnología, el teletrabajo, las plataformas y todo lo que ha surgido como experiencia innovadora para facilitar la comunicación y maximizar el desempeño laboral en medio de esta crisis deben convertirse en un recurso para lograr la diferencia en el futuro.

Fuente: El Asegurador

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